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Mega Man 10

Ayer, hoy y siempre.

La idea de Keiji Inafume con la novena entrega (resarcirse de Megaman 3, la cual no acabó de salir como el pretendió) no engañaba. Y las de Capcom ahora (prisas por explotar este renacimiento vintage) tampoco, lo que no quita para que Mega Man 10 mantenga intacta la esencia de algo que sigue siendo plenamente válido por derecho propio aun con sus defectos históricos. Excediéndose lo mínimo tanto en lo gráfico como en lo sonoro, el desarrollo de la aventura sigue exactamente las mismas pautas que los episodios de la serie clásica en NES. En esta ocasión, un virus llamado Roboenza ocasiona el malfuncionamiento de todas las máquinas en el mundo y despojando a la humanidad de sus necesidades más básicas, debido a la dependencia de estos respecto a sus cachivaches. Aliados con el mismísimo Dr Wily, la misión de Rockman será derrotar a todos sus robots para conseguir la cura. Simple y diáfano, el argumento se nos plantea con la efectividad de antaño, sin mayor floritura que el escaso apoyo en secuencias estáticas y breves animaciones.

Hay quien dirá que así es como se cuentan las mejores historias, aunque no deja de ser mero respeto por las limitaciones técnicas de la época, sirviendo también como interesante ejercicio de arqueleogía. Para que comprendamos, como ya decíamos unas líneas más arriba, los porqués de aquella narrativa y cómo debían detenerse en lo esencial para formular un contexto adecuado. Siendo un plataformas puro y duro de roer, Mega Man 10 ofrece también un reto al que no estamos muy acostumbrados desde hace tiempo.

El diseño de los enemigos sigue siendo terriblemente auténtico.

Se agradece la adición de un modo fácil que obstruye muchas de las trampas que encontraremos (así como la obtención frecuente de items), aunque lo más llamativo es la ausencia total de guías y consejos sobre cómo abordar cada área. Como ejemplo didáctico, ahí tenemos a uno de los mini-jefes en la fase de Strike-Man, donde hemos de subirnos a sus puños (o utilizar a nuestro perro Rush) para atacarle en la testa. Exageradamente obvio para los que peinan canas, quizá, pero sobre todo detalle revelador de cómo nos hemos ido acostumbrando a tener ahí una guía perenne que no nos dejaba estimular nuestra propia capacidad de deducción.

En el juego también podremos controlar a algunos de los colegas robot de Mega Man.

Lejos de ahuyentar a los más novatos, características como estas hacen la experiencia recomendable por el mero placer que se llega a alcanzar tras la consecución de retos. Es una constante carrera de ensayo y error donde los momentos de relativa facilidad sirven como estímulo para afrontar aquellos donde la precisión y el buen uso de nuestros poderes nos llevará al éxito. Un santo y seña que dista de la afabilidad de otros clásicos como Mario o Sonic, cierto, pues estos son más ricos al trabajar simultáneamente a varios niveles; Mega Man es una línea prácticamente recta que lo hace (y nunca mejor dicho) rocoso, áspero y limitado. No obstante, la inclusión de Proto-Man por primera vez como personaje jugable desde el inicio y la larga lista de desafíos que incluye por separado es suficiente motivo como para hacerse con Mega Man 10, tanto por los fans del personaje como por los amantes del género.

Así que ustedes deciden. O se quedan mirándolo sin más mientras en su cabeza recuerdan aquellas tetas de Sabrina en el especial de fin de año de 1988 o, simple y llanamente, se ponen a jugar un título que será cojonudo ayer, hoy y siempre.

8 / 10

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Mega Man 10

PS3, Xbox 360, Nintendo Wii

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