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Análisis de StarCraft 2: Heart of the Swarm

Stop porn.

Desde fuera, Heart of the Swarm puede parecer una simple una expansión para aquél celebrado juego de estrategia lanzado hace tres años que tanto furor levanta entre los jugadores coreanos. Desde dentro, y sobre todo desde el punto de vista del aficionado de, digamos nivel medio, más que una expansión, esta segunda parte del tríptico StarCraft 2 son dos juegos, ambos muy buenos y muy diferentes.

Es posible que por su condición de no ser una expansión standalone, es decir que tenéis que tener el Starcraft 2: Wings of Liberty original para jugar a esta nueva entrega, muchos perciban que HotS no deje de ser un puñado de mejoras respaldadas por una brutal campaña de marketing, pero pensar así es tan erróneo como olvidar que más allá de su naturaleza add-on se esconde mucho más contenido que el que nos ofrecen la mayoría de títulos que encontramos hoy en día en las tiendas.

Siendo francos, la actitud que uno adopta a la hora de enfrentarse a HotS es un poco como de trámite, como de actualizar la nota que servidor le cascó hace tres años. El crítico se arremanga ante el ordenador con cierto escepticismo, pero -y aquí está el secreto de la fórmula de Blizzard- al poco de entrar en su mundo, sobre todo si lo había abandonado momentáneamente, vuelva a maravillarse con este gran ajedrez del siglo XXI que es la guerra entre Terrans, Zergs y Protoss.

En su modalidad singleplayer, Heart of the Swarm incluye una campaña formada por 27 misiones de fantástico diseño que nos ponen en la piel de los siempre difíciles zerg, todo ello para conocer la historia del más brillante de los personajes de la saga, Sarah Kerrigan, la Reina de Espadas. Una campaña larga (unas 15-20 horas sin contar repeticiones) donde cada misión cumple su función tanto como tutorial donde aprender nuevas mecánicas, como reto arcade basado en la auto-superación y el incentivo de la recompensa. Acompañan también unos valores de producción que vuelven a estar a la altura de lo que nos tiene acostumbrados Blizzard, donde destacan especialmente las increíbles secuencias que presenciaremos entre misiones y un empaque general que, como ya apuntamos en el análisis de WoL, convierte a esta "expansión" en un producto redondo como pocos.

Por otro lado, el multijugador, el lugar donde StarCraft adquiere su verdadera resonancia como juego, en el sentido más puro, no ha cambiado para nada sus bases, pero ahora está plagado de pequeños cambios cuya suma consigue renovar la permanencia del juego en el Olimpo de los multis por unos cuantos años más. Con las novedades que aporta la expansión sigue sin tener rival en cuanto a prestaciones y servicios, pero es que además muchas de ellas, como la mejora del sistema que clasifica a los jugadores en ligas, o las nuevas modalidades de entrenamiento, se han incluido con el objetivo de abrir el juego a más jugadores y captar nuevos si cabe - y a pesar de los obstáculos que la condición de expansión suponga para ello. Por si esto fuera poco, también hay carnaza para el jugador profesional en forma de nuevas unidades que seguramente originarán un giro hacia partidas más tácticas y agresivas, así como nuevas funcionalidades para grupos y clanes.

En los próximos meses deberemos estar muy atentos a cómo la comunidad de los e-sports acoge estas novedades, especialmente una vez haya desaparecido el lógico entusiasmo de la beta y del lanzamiento del juego. En realidad, muchas de éstas ya habían sido incluidas en las últimas actualizaciones del juego, pero el lanzamiento de HotS les ha dado la visibilidad que quizás no habían tenido hasta ahora. La mayoría de cosas nuevas parecen estar enfocadas a agilizar las partidas gracias a un rebalanceo del coste de producción de algunas unidades, por ejemplo el Segador Terran, que ahora puede entrenarse más rápido, o la incorporación de unidades con habilidades útiles como la Víbora Zerg y su capacidad de cegar temporalmente a los enemigos, o el veloz Oráculo Protoss, perfecto para espiar la base de nuestro rival y acabar con sus obreros.

Todo parece indicar que veremos más escaramuzas rápidas por parte de las tres razas y no solamente por parte de los Zerg. Los Terran, por ejemplo, la raza más fácil de controlar y muchas veces la más criticada por las altas esferas, tienen ahora un componente más táctico en el sentido de que sus nuevas unidades, el Murciélago Infernal y la Mina Viuda, son especialmente útiles para aquellos jugadores que son realmente hábiles desde un punto de vista más físico que estratégico, es decir, para aquellos jugadores capaces de gestionar con destreza unidades por separado en medio de las batallas más concurridas.

Es curioso comprobar cómo cada vez se está diferenciando más la campaña del multijugador desde un punto de vista de mecánicas. Esta vez las misiones del singleplayer incluyen algunas pinceladas de MOBA en forma de unidades heroicas y luchas contra jefes finales, algo que no es nada nuevo en Blizzard -¡Hola Warcraft III!- pero que intuyo tiene que ver con ese otro juego cuyas siglas dan un poco de risa, y sobre todo con ese prometido Blizzard ALL-STARS del que muy pronto deberíamos saber más cosas.

Sorprende también la presencia en la campaña de un gran número de misiones contra-reloj, más que en el anterior, que siempre funcionan muy bien. Conseguir que con la base de un RTS como StarCraft se haya conseguido una campaña tan variada y adictiva es muy meritorio. El rango de misiones que nos encontramos va desde infectar todo un crucero espacial a partir de una pequeña larva, hasta la típica misión que nos obliga a pulsar F2 para lanzar a todo nuestro ejército de golpe contra el enemigo. Infectar y arrasar son las dos cualidades que definen a los Zerg, la raza protagonista que aquí consigue ganarse incluso a sus detractores. De lo bien trabajada que está la progresión depende la sensación de poder que tiene el jugador al enviar un ejército de cucarachas hambrientas contra nuestro enemigo, algo que Blizzard sabe dosificar muy bien durante la campaña y que sinceramente es de las sensaciones más gratificantes que puede darte este medio.

De la progresión en la campaña se ocupa ese personaje genial que es Abathur, quien constantemente nos propondrá mejoras para nuestras unidades que podremos cambiar de misión a misión, así como un pequeño laboratorio de pruebas en forma de breves misiones de evolución. En cambio, en el multi la progresión encuentra un buen aliado en el nuevo sistema entrenamientos, un gran acierto de esta expansión que se cristaliza en una guía muy completa y entretenida que nos enseña desde lo trucos más básicos hasta las tácticas más especializadas de cada raza. Es un gran añadido que viene acompañado de otra gran novedad que es un sistema de repeticiones absolutamente interactivo que no tan solo nos permite ver y compartir cualquier partida, sino -atención- continuarla nosotros mismos.

Dar al jugador un feed-back constante es crucial en este tipo de juegos y en Blizzard tienen la lección bien aprendida. El nuevo sistema de niveles obedece bastante a esta filosofía, y aunque al final acaba sirviendo para acumular más logros y emblemas, sí que consigue dar todavía más solidez a esa importante idea que hay detrás de Starcraft, y es que a fin de cuentas, estamos ante un juego de habilidad en el sentido más literal de la palabra: entrenar, disputar partidas y ser constante para acabar mejorando en cada nueva partida. Un sistema perfecto que además funciona con los engranajes perfectamente engrasados en Battle.net con una gratituidad que cada vez me preocupa más.

Con Heart of the Swarm Blizzard ha conseguido algo parecido a lo que ya logró con el anterior Wings of Liberty, mejorar lo que parecía imposible. Es una lástima, eso sí, que este exhaustivo trabajo de pulido no vaya a conseguir ese objetivo de captar a nuevos jugadores por el hecho de llevar la etiqueta de expansión. Con una campaña de duración más que considerable y unas novedades en el multi que tocan las teclas adecuadas, StarCraft 2 es todavía más ese juego que merece ser jugado por todos los aficionados de los videojuegos. La curiosidad por saber qué pasará con el futuro Legacy of the Void protagonizado por los Protoss es extrema ahora mismo, pero hasta entonces tocará disfrutar de los años de buen StarCraft que tenemos por delante. Así que ya sabéis, good luck, have fun y, por favor, stop porn.

9 / 10

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Albert García

Contributor

Albert es periodista especializado en videojuegos desde 2002 y es uno de los fundadores de Eurogamer.es. A la hora de jugar te lo puedes encontrar tanto con un complicado juego de rol o estrategia, como moviendo el esqueleto con un juego de baile. ¡Es un tipo imprevisible!
Twitter: @AlbertGarlo

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