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Retroanálisis: Realms of the Haunting

Avanzado a su tiempo.

Este artículo forma parte de la sección Game Over: puedes visitarla, si quieres, y descubrir todo el contenido que generan cada día.

Durante la segunda década de los 90 tuvimos dos plagas en PC: los juegos en CD con Full Motion Video y los First Person Shooter surgidos a la sombra de Doom.

Los primeros solían acabar siendo una serie de aberraciones en forma de vídeo, nada jugable, usado por los desarrolladores bajo el título "película interactiva", que solía resultar en el aburrimiento hecho software. Los segundos... había de todo, desde joyas como Hexen a abominaciones como Fortess of Doctor Radiaki.

Afortunadamente, un estudio de desarrollo británico de la época llamado Gremlin Interactive, héroes para muchos de nosotros desde los 8 bits, supo combinar lo mejor que podían dar ambos conceptos. ¿El resultado? Realms of the Haunting.

Adam Randall, el hijo de un pastor inglés, recibe un paquete de su padre fallecido. En el paquete, una nota que le insta a ir a una mansión abandonada y varias piezas extrañas. Y allá que se encamina nuestro protagonista, sin saber que va a tomar parte en un duelo entre las fuerzas del bien y del mal que decidirá el destino del mundo.

La introducción del juego, al igual que todas las escenas cinemáticas que conforman la trama argumental del juego, está rodada en lo que se denominó Full Motion Video, que a la hora de la verdad eran actores grabados en croma sobre el que luego se proyectaban imágenes "chuscas" hechas en 3D Studio o el programa correspondiente. Sobreactuaciones, fondos de mierda y personajes pegados son la norma del FMV, y también las veremos aquí.

Sin embargo, el juego no se sustenta sobre un montón de vídeos de baja resolución, sino que sólo los veremos en momentos muy puntuales y siempre de forma necesaria para el desarrollo del título.

El cuerpo principal del juego es un FPS basado en la exploración de pasillos y el combate, aunque de forma muy ligera. Si bien los primeros minutos del juego pudiera parecer que estemos ante un survival horror, nada más lejos de la realidad. No es más que una forma de hacer que el jugador se sienta aislado y perdido en la mansión, pues al poco rato ya veremos que no estamos solos.

Así pues, desde un punto de vista en primera persona exploraremos la mansión y lo que hay debajo de ella, mientras resolvemos puzzles basados en el uso de objetos. Dichos puzzles son bastante más elaborados que el tradicional "busca la llave roja", y en muchos casos le dan mucho sabor al desarrollo del juego. No es ya que estén bien integrados en la historia, sino que su resolución está basada en elementos de la misma.

El control del juego es bastante avanzado para su momento, a años luz de otros "Doom clones". Realms of the Haunting usa una combinación de teclado más ratón, muy cercana a la ahora tradicional. Con el ratón desplazamos el cursor por la pantalla, pudiendo así examinar e interactuar con los objetos del escenario, o atacar si hacemos click sobre los enemigos. El teclado nos permitirá desplazarnos, agacharnos y saltar. La combinación no acaba de funcionar del todo bien, pues el uso de cursores y las teclas 'A' y 'Z' es bastante complicado mientras usamos el ratón. Eso sí, ver, en 1997, el arma moviéndose por la pantalla siguiendo al ratón fue algo increíble.

En el aspecto técnico el juego tiene luces y sombras. Los enemigos están muy bien modelados, y si bien algunos escenarios son fabulosos (la mansión, por ejemplo) otros, como las catacumbas, son vacíos y de texturas insípidas. Afortunadamente, el sonido es estupendo, con grandes efectos y una música que ambienta de maravilla. Adicionalmente, el juego podía ser jugado en modo Super-VGA, a 640×480, lo que entonces era "alta resolución".

La suma de todos los elementos del juego hacen de Realms of The Haunting una pequeña joya de mediados de los 90 que supo aportar calidad al sobresaturado género de los FPS y, lo que es más raro, aportó un uso del FMV sin resultar ridículo ni empalagar al jugador. Su desarrollo, con un uso inteligente de los puzzles y un sistema de combate muy bien medido, hacen de él un juego muy divertido y que vale la pena jugar aún hoy. Además, son más de 30 horas lo que lleva acabar con este título, lo que puede dar mucha, mucha diversión a cualquier jugador que esté dispuesto a viajar a uno de los grandes títulos de 1997.

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DReaper

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